“Vane, tienes miedo”
Con esas tres palabras supiste definir todas mis dudas, todas mis comeduras de cabeza, todas mis noches en vela… No sé cómo lo haces, pero siempre sabes lo que ronda por mi cabeza. Ni si quiera necesito palabras para expresarlo, porque incluso, a veces, lo sabes hasta mejor que yo misma.
Miedo… ¿miedo a qué?
Miedo a decidir mal, miedo a elegir algo y arrepentirte después de un tiempo. Miedo a no saber decidir qué es lo correcto…
¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?
¿Por qué no podría decidir alguien por mí?
¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?
¿Por qué nadie puede ayudarme?
Me siento más que sola. No importa cuántas personas estén a mi alrededor… me siento sola aunque esté rodeada de amigos. Me siento sola continuamente. Y así me sentiré, por lo menos, hasta que haya aclarado mis ideas en cuanto a toda mi vida.
Odio ver la vida desde dos perspectivas. Quiero verlo todo desde un punto de vista frío, desde el punto de vista de mi cabeza, de mi razón, de mi coherencia. Pero cuando consigo ver las cosas fríamente, entra en juego mi corazón. Se mete por medio sin preguntar, y empieza a cambiar todos mis pensamientos. Los destroza, les da la vuelta completamente. Y me siento muy confusa… Ya ni si quiera sé cómo debería pensar las cosas. Ya no me creo nada. Ya no tengo ganas de nada. No tengo fuerzas para nada…
Y ahora, sólo me queda pensar, o quizá esperar…
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