martes, 24 de abril de 2012

Intentando entender

Llevo unos días dándole vueltas a un tema concreto, y sigo sin entender nada. Quisiera entenderlo, quiero entender por qué haces lo que haces, por qué dices lo que dices, por qué te comportas de tal manera, y por qué lo haces después de tanto tiempo. Mi mayor motivo para no entenderlo, es que tú decidiste estar de ésta manera. Tú elegiste dejar de hablarme, elegiste dejar de verme, elegiste alejarte de mí. Eso fue algo que tampoco entendí; y con el tiempo, preferí no entenderlo. O eso era lo que hacía creer a la gente. Después de todo, te pedí quedar contigo. Quería darte explicaciones a unas versiones que me habían contado, las cuales eran completamente falsas; y accediste. Nos vimos, hablamos e incluso nos dimos dos besos. Todo parecía más tranquilo y mi vida se volvió algo más sencilla. Hablamos durante unos días por medio del ordenador, aunque fuera muy poco a poco, como si fuéramos unas desconocidas. Pero no me importaba, por lo menos habíamos vuelto a hablarnos. Pero después de unos días, volviste a decidir que no podías ser mi amiga, y dejamos de hablarnos por segunda vez. Ese día, en ese mismo instante, decidí no volver a hundirme; decidí que si tú no querías volver a tener una relación de amistad conmigo, lo aceptaría sin afectarme, o por lo menos, no mucho. Y lo conseguí. Pero después de un par de semanas, decidiste volver a hablarme. Esta vez por el móvil. Me pillaste en el autobús, y me quedé mirando la pantalla del móvil hasta que mi subconsciente aceptó que de verdad eras tú. Ese día volvimos a hablarnos, pero pasados tres días, te pregunté por qué lo habías hecho. Me dijiste que sólo habías hablado conmigo para saber cómo estaba. Te pregunté si habías cambiado de opinión sobre ser mi amiga, o por lo menos intentarlo. Pero no contestaste. Te pregunté tres veces, y sabes que yo de ahí no paso. Seguiste sin contestarme, y dimití. Dí por hecho que no habías cambiado de opinión y te di las buenas noches, y ahí se volvió a acabar todo. Ahora me paso las horas preguntándome por qué, por qué me hablaste, por qué ese día, por qué a esa hora, qué se te pasaría por la cabeza, si aún piensas en mí, si me echas de menos, si hablas de mí... TODO. Ahora mi cabeza solo sabe darle vueltas a un "por qué" muy general, demasiado general. Sinceramente, preferiría dejar de pensar en ello. Preferiría ser capaz de dar un paso adelante y olvidarme de mi pasado y de todas aquellas personas que formaron parte de él. Pero no puedo. No puedo por el simple hecho de que fuisteis demasiado importantes para mí, y en concreto tú. Cinco años no son pocos, y menos cuando estábamos prácticamente a diario juntas. Demasiados momentos, demasiados recuerdos. No sé si llegaré a entender algún día por qué lo hiciste. Después de todo, solo hay dos opciones. O bien me hablaste porque me echas de menos, como lo hago yo contigo; o bien me hablaste para intentar joderme de una u otra forma. Si creo que me echas de menos, me haré ilusiones y no soportaría volver a perderte; y si creo que quieres joderme, tampoco podré volver a soportar que quieras hacerme daño después de todo lo que pasamos juntas. Asique, sinceramente, no quiero meterme en la cabeza ninguna de las dos ideas. Definitivamente, pasarás el resto de mi vida en mi cabeza, hablemos o no hablemos más. Después de todo, me quedo con lo bueno.

jueves, 19 de abril de 2012

Te encontré

Hoy hace exactamente 26 días desde que te conocí.
Fue extraño saber que ni tú ni yo teníamos ganas de salir de fiesta ese día concreto.
Te conocí por la noche, en la puerta de una discoteca. Salí con la idea de irme a casa; pero allí estabas tú, y nos quedamos un rato más.
Cualquiera recordaría como un mal día ese momento en el que se me rompió la botella y mi bolso goteaba licor de melocotón. Sin embargo, yo lo recuerdo como mi excusa para hablar contigo. Incluso recuerdo con una sonrisa cómo secaste mi cigarro con tu mechero.
Desde ese día, no has salido de mi cabeza. Sólo pensaba en verte, en estar contigo y hablar de mil cosas para conocerte cada día un poquito más. Y así fue. Cuanto más hablábamos, más me gustabas.
Un día cualquiera, de nuevo en la puerta de otra discoteca, me pediste que fuera tu novia. Dudé, claro que dudé, pero por ti merece la pena arriesgar.
Han pasado 13 días desde ese momento en que decidiste que yo fuera tu novia. Desde entonces, te echo de menos cada minuto que no estoy contigo. Y, a pesar de que apenas hace dos semanas que estamos juntos, ya me muero por ti.
Me encanta cada detalle de tu forma de ser. Incluso lo que tú podrías considerar tus defectos, a mí me vuelven loca. Me gusta cómo eres. Siempre quise alguien como tú, alguien cariñoso, dulce, atento, divertido, atractivo, guapo, alguien que sabe escuchar, que me entiende, que me apoya...
Sinceramente, me siento muy afortunada de haberte conocido, y más aún de que quieras estar conmigo.
Nunca encontraré la forma de agradecerte que me hagas tan feliz, pero prometo hacerte feliz, y darte todo el cariño que te ha faltado hasta hoy.