lunes, 30 de julio de 2018

La gente nos cambia

Los años pasan, y la vida nos va enseñando con sus lecciones que vivir no es fácil.
La vida es un largo camino que debemos recorrer, y que cada uno recorre a su manera. Unos necesitan vivir una lección una sola vez para comprender lo que se debe hacer para que no les vuelva a ocurrir; otros, sin embargo, necesitan darse de hostias contra la misma pared hasta que el dolor deje de ser soportable.
Hay personas que llegan a nuestra vida para enseñarnos, por ejemplo, cómo sonreír con tan solo un gesto o una palabra. Otras, nos enseñan a comprender el dolor. Nos hacen daño de una manera o de otra, intencionado o no; y con ello, aprendemos.
El problema de todo esto, es que la gente nos cambia.
Uno nace, crece con la educación de su familia, aprende con el colegio... Pero a medida que pasan los años, y que va entrando y saliendo gente de nuestras vidas, nuestra personalidad va cambiando. Ese dolor que nos van provocando poco a poco, año tras año, va modificando nuestra forma de actuar con las próximas personas que vengan, desgraciadamente, sin merecerlo.
Y es que soy de esas personas que opinan que, aunque alguien del pasado te haya hecho daño, no tiene por qué hacerte lo mismo la próxima persona que entre en tu vida. Pero también soy de esas personas que tienen miedo a que les vuelva a pasar lo mismo. Digamos que en la vida existen tres posibilidades: Si no confías, puedes perder algo maravilloso. Si confías, pueden volver a hacerte daño. Pero si confías y sale bien, puedes ser la persona más afortunada del mundo.
Así que la cuestión es: ¿Vas a dejar que el pasado cambie tu futuro?

lunes, 11 de junio de 2018

Mi sueño hecho realidad

¿Alguna vez habéis tenido un sueño que creíais que era casi imposible de cumplir?
Yo sí.
Era un sueño, para muchos, fácil de cumplir. Era un sueño que comencé a tenerlo hace aproximadamente 10 años. Era un sueño que intenté cumplir en muchas ocasiones durante ese tiempo. Era un sueño que ya creía casi imposible de cumplir, pero que jamás perdí la esperanza de conseguirlo.
Hoy por fin ha pasado. Jamás se me olvidará este día, 10 de Junio de 2018, insignificante para algunos, horrible para otros, y perfecto para mí.
Jamás pensé que un día como otro cualquiera, y tan improvisado, pudiera ser el día más feliz de mi vida.
Y es que hay sueños en la vida que no debemos dejar de perseguirlos. No importa el tiempo que nos lleven, no importa cuánto duela la espera ni importa cuánto debamos luchar por ello; lo que importa es que, en ocasiones, esos sueños se cumplen.
En mi caso, la espera mereció la pena. Un escritor, Gilbert Keith Chesterton escribió una vez: "Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa". Tenía toda la razón. Si de verdad deseas algo, si lo deseas con todas tus fuerzas, debes emplear todas las opciones posibles que tengas para conseguirlo. Y no importa nada más. No importa el qué dirán, no importa la distancia ni importa qué es lo que debas hacer o no debas hacer.
Y es que ahora ya no importa lo más mínimo el pasado. Ya no importa el tiempo esperado, ya no importa el dolor, ni si quiera importa el resto del mundo. Solo importa mi pequeño sueño hecho realidad, un sueño que alargaré por el resto de mi vida.

lunes, 17 de febrero de 2014

Pasado, presente, futuro.

Por regla general, la sociedad se empeña en recordar los peores momentos de nuestro propio pasado, las amistades perdidas, los amores que acabaron, los peores golpes que nos han dado y los que nos hemos dado nosotros mismos, las malas decisiones…
Pero, ¿qué pasa si miramos lo bueno?
Eso he hecho yo, rememorar una amistad, o quizá algo más que eso, que llegó a mi vida el verano de 2011. Cuando me paraba a pensar en aquel año, lo veía todo oscuro, triste, realmente desastroso… Pero cuando encontré aquellos recuerdos que me llevaron a aquella época, me di cuenta de que entonces no supe valorar lo que tenía. Lo miro, y ahora pienso que realmente tenía todo lo que necesitaba. Tenía a alguien que me escuchaba en todo momento que yo lo necesitaba. Tenía a alguien que me entendía mejor que nadie. Tenía a alguien que me hacía reír con cualquier tontería pasara lo que pasase. Tenía a alguien que me acompañaba a jugar a tonterías cuando necesitaba despejar mi mente. Tenía a alguien a quien podía llamar a altas horas de la madrugada, aunque tan sólo fuera para hablar. Tenía a alguien que se quedó mientras el resto se fue.
Me he dado cuenta de ello en el momento en el que todo eso se fue. Él se fue y entonces me puse a buscar recuerdos con él. Encontré aquellos recuerdos que me hicieron entender cuántas cosas estaba dejando de valorar solo por, quizá, simple rutina.
A estas alturas de mi vida, creo que entiendo mejor que nadie esa frase de “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Hay cosas que no tienen solución, pero ¿qué pasa con las cosas o situaciones que sí la tienen?
Y aquí estoy yo, luchando por algo que volveré a conseguir. Porque vale la pena luchas por las cosas buenas de la vida.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Perder parte de tu vida

Hay cosas en la propia vida de una persona que son indispensables, como la familia, el dinero, o personas y cosas que realmente te dan fuerzas para levantarte cada mañana.
Pues bien, yo he perdido a una de esas personas. Una persona que era mucho, demasiado para mí. Una persona que me ayudaba siempre, que estaba siempre conmigo, que me sacaba mil y una sonrisas cada día… Y os preguntaréis: “¿Qué pasó si todo iba tan bien?” Un malentendido, eso pasó. Un jodido malentendido que lo llevó todo a la mierda, al desastre, al sufrimiento, a un continuo llorar cada día, a la falta de aire, falta de ganas, falta de todo.
Supongo que siempre me pasará lo mismo, y todo por ser tan impulsiva.
Me hace gracia la gente, ¿sabéis? Cuando me conocen me dicen que el hecho de que sea tan impulsiva es una gran virtud, porque así siempre haré lo que siento cuando lo siento. Dicen que así nunca me arrepentiré de no haber hecho algo. Pero luego siempre es ese el motivo por el que la gente se aleja de mí, porque al ser así, me equivoco muchas veces.
Ahora darme una puta lógica a esto. Por favor. Porque yo ya no puedo más.

martes, 4 de diciembre de 2012

Experiencias y felicidad

Hay demasiadas situaciones en la vida que preferiríamos no vivir, y casualmente son las que más recordamos y las que más nos marcan. Siempre se trata de experiencias dolorosas, experiencias que hacen daño a uno mismo y a los que te rodean. Y quizá sea las que más recordamos porque son las que más nos enseñan, o eso dicen.
"Se aprende más a hostias que a sonrisas." Personalmente, estoy de acuerdo.
Pero las malas experiencias sólo te enseñan a madurar, a saber estar, a llegar a un estado mental de madurez que te permita actuar de manera que puedas vivir "en paz", tranquilo, sosegado... No te enseñan a ser feliz. Nadie nos enseña a ser felices.
Socialmente se considera que para ser feliz se necesita un amor pleno, amistades sinceras, una familia tranquila y un trabajo que te guste.
La RAE define la felicidad como: "Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien."
Pues bien, yo no estoy de acuerdo con ninguna de las dos. Bien es cierto que el entorno del día a día ayuda, que los bienes ayudan... Pero eso no es la felicidad. Para ser feliz, debes ser feliz contigo mismo, no debes depender de nada ni de nadie. Estar a gusto contigo, valorarte, quererte... es lo principal. Nadie niega que los demás factores ayudan a ese sentimiento que denominamos "felicidad", pero la sociedad debería entender que lo principal, lo básico, somos nosotros, todos y cada uno de nosotros, uno mismo. Una vez que seas feliz contigo mismo, ya puedes mirar al entorno.
Lo siguiente que más nos llena, es el amor, las relaciones de pareja, encontrar a esa persona que sea capaz de comprender nuestros actos, que esté a nuestro lado incluso en nuestros peores días. Esa persona que nos haga sonreír cada día, que nos demuestre con sus actos lo mucho que nos quiere, lo mucho que desea estar a nuestro lado. Esa persona que nos complementa, que sabe escuchar nuestros problemas y darnos los mejores consejos sin llegar a criticar nuestros movimientos. Esa persona que nos da la mano por la calle, que nos ayuda a levantarnos cuando nos caemos, y que con una sonrisa hace que nuestro mundo sea un poquito mejor.
Detrás de ésto, vienen las amistades. Todos buscamos unas relaciones de amistad sinceras. Esos amigos que están ahí para decirte lo que haces mal, y lo que haces bien. Esos amigos que si hace falta te dan el collejón de tu vida para ver si se te colocan las neuronas, pero que siempre lo hacen por tu bien. Esos amigos que estén ahí para ir de fiesta en tus mejores días, y para quedarse contigo en casa viendo una película con una mantita en tus días más tristes.
En cuanto a la familia, la sociedad necesita por naturaleza un estado de tranquilidad en su propio hogar. Saber que cuando llegues a casa, todo estará tranquilo, sin discusiones y sin gritos entre esas cuatro paredes. Porque nuestra casa es nuestro lugar de evasión al exterior, es donde pasamos más horas al día, y es donde más necesitamos tranquilidad. De lo contrario, nos afecta a nuestro estado de ánimo más de lo que nos gustaría.
Finalmente, para una vida "plena" necesitamos un trabajo que nos guste, que nos satisfaga, pues es lo que acabará siendo nuestro día a día, año tras año.
Y esto es, a mi modo de ver, la felicidad.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Por ti, abuelo.

Hola, ¿es éste el teléfono del cielo? Quería hablar con mi abuelo.
Sólo llamaba para que le dijerais que echamos de menos tenerle todos los días en casa, que desde que se fue hay rincones vacíos.
Ah, también que no le demostré todo lo que quería, pero querer en silencio es lo mío; y ahora que no está, me entran ganas de gritarlo a voces para ver si desde el cielo me escucha. Creo que lo hace, porque a veces, cuando lloro, el cielo se pone negro y comienza a llover. No pasa un día que no eche de menos su presencia o su manera de hacerme rabiar.
Te quiero, nos vemos ahí arriba.

miércoles, 24 de octubre de 2012

No sabemos ser felices

Hay veces en nuestra vida que creemos que lo tenemos todo, y luego nos damos cuenta de que tenemos mucho menos de lo que creíamos; y muchas otras tantas veces que tenemos mucho más de lo que realmente vemos a nuestro alrededor... Y es que la vida es así. Y nosotros, somos así.
No sabemos ver lo que tenemos, y mucho menos valorarlo. No sabemos ser felices cuando nos toca serlo; y cuando tocan momentos malos, a veces incluso decimos la típica frase de "paso de todo" y fingimos ser felices. Pero todo queda ahí, en fingir.
En mi caso, hasta hace un par de días me dí cuenta de lo que tengo a mi lado, algo que antes no me había dado cuenta de cuán importante era en mi vida, y cuánto bien me hacía. Y es que a veces hace falta una buena charla para darte cuenta de cuánto hacen realmente por ti.
Sin embargo, también me di cuenta de algo que no sé hasta qué punto me hace bien o mal. De hecho, creo que me hace más mal que bien, y aún así, no soy capaz de desprenderme de ello. ¿Por qué? Algunos dirán que es porque soy demasiado buena. Otros dirán que es porque soy demasiado tonta. Y otros dirán que es porque en realidad esa persona me sigue importando, aunque no debería ser así.
Personalmente, no sé lo que quiero frente a ese problema. Pero me he dado cuenta de que, en realidad, cada intento que hago por no alejarme de él, me hace más daño por una cosa o por otra; y aún así... vuelvo.
Supongo que llegará el día en el que conseguiré desprenderme de ello por completo. Pero creo que por el momento, no estoy preparada. O por lo menos, creo que no lo he asumido.
Y muchas personas viven las mismas situaciones que vivo yo, y esto es lo que me hace llegar a la conclusión de que no sabemos ser felices, no sabemos desprendernos de lo que nos hace daño en el momento en el que deberíamos hacerlo.

lunes, 27 de agosto de 2012

Me giré, y ya no estabas

Pasamos la mañana juntos, en un banco. En la misma calle donde siempre nos quedamos cuando toca día de discusión. Pero no, hoy no era un día de discusión. Hoy era un día de intentar aclarar ciertas cosas. Y lo intenté, y lo intentaste. Pero por una razón o por otra, no me sirvió. Quizá ya era demasiado tarde. Tarde para saber lo que sentimos. Tomé una decisión, y pensé que era la correcta. Y así pensaba hasta que te fuiste. Te abracé, te di dos besos, y me fui calle arriba. No pude evitar girarme mil veces para mirarte, pero en una de esas veces, me giré y ya no estabas. Al no verte me paré en seco. Me quedé mirando al último sitio donde te había visto, deseando que volvieras. Las lágrimas volvían a recorrer mi rostro y mi mente solo me decía lo idiota que había sido al decirte que no quería volver a verte. Fue entonces cuando mi cabeza empezó a plantearse si había tomado la decisión correcta. Puede que no sea una relación perfecta, pero es una relación. Puede que haya cosas que no soporte, pero seguro que tú tampoco soportas otras de mí. Puede que te pida que te vayas, pero en realidad quiero verte a diario. Puede que me haya equivocado al tomar ésta decisión, pero sigo sin obtener una respuesta firme de mi cabeza. Y hoy, durante cada minuto del día, mi cabeza se pregunta si sabrá vivir sin ti. Sin tus besos, sin tus abrazos, sin tus caricias, sin tus sonrisas... Quiero volver contigo, pero... ¿es lo correcto?