domingo, 17 de mayo de 2009

Descubriendo sentimientos

Muchas veces en mi vida estuve tan segura de tantas cosas, que apenas necesitaba pararme a pensar en ellas. Y ahora… creo estar segura de muchas otras, me digo a mí misma que lo estoy haciendo bien, que así es como debe ser, por mucho que pueda dolerme. Pero no es así. Pienso, hablo, escribo, leo, descubro…
No te sientes como yo creía.
Te herí, te hice más daño del que pensaba que te causaría…
Sé que hice bien, sé que tuve que hacerlo, pero nunca quise hacerte daño. Estaba tan segura de que ahora estabas bien, de que ahora hacía las cosas bien. Y no es así. Estás mal, renunciaste a demasiado por mí aunque jamás te lo pedí. Y ahora no puedo hacer que recuperes esa parte de ti. No puedo pedirte que seas mi amigo, no puedo exigirte que estés a mi lado… ni si quiera puedo expresarte lo que siento.
Suena tan absurdo…
Me gustaría que la vida viniese con un manual en el que te explicase cómo hacer las cosas bien, cómo evitar hacer daño a una persona, y cómo hacer feliz a otra… pero no. Quiera o no, he de buscar soluciones a preguntas que cada día pasan por mi mente sin ningún libro que me diga cómo tengo que hacerlo o cómo no tengo que hacerlo.
Para mi bien o para mi mal, creo que hay cierto tipo de cosas que no se cuentan. Esos secretos que uno guarda para sí mismo en un diario, o en su propia mente. Cosas que uno mismo cree íntimas, y piensa que jamás deben ser desveladas a nadie.
No es que no confíe en ti, o que no quiera contártelo por ser tú… es que siempre habrá cosas que las guarde para mí. Tampoco puedo pedirte que lo entiendas, o que me entiendas… ni puedo pedirte que no te enfades. Pero si quieres estar conmigo, si quieres estar a mi lado y quieres ayudarme… no me lo pongas más difícil, solo ayúdame.
Trataré de hacer las cosas bien, de hacer las cosas como se supone que deben hacerse. Sé que nunca consigo que todo vaya bien, pero sí puedo decir que no es por no haberlo intentado…

miércoles, 13 de mayo de 2009

Pesadilla de madrugada

- Let’s go to the page…
El sonido de la puerta interrumpió a nuestra profesora de inglés.
- Perdón, Belén, ¿puedes salir un momento? – preguntó la secretaria.
Asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta, para cerrarla tras de sí al salir. Apenas un minuto más tarde, la puerta se abrió.
- Vanessa, ven un minuto. – Dijo la profesora, mirándome muy seria.
No contesté. Me dirigí hacia la puerta y salí. La secretaria que antes había llamado a la puerta, ya no estaba allí fuera.
- Ha llamado tu madre.
- ¿Para qué?
- Ha… tenido un accidente volviendo del médico.
- ¿Qué? ¿Está bien? ¿Qué ha pasado?
- Ella está bien. Es tu hermano. Él… - suspiró – ha muerto.
Mi cuerpo se quedó sin respiración. Mis músculos no respondían. Mi corazón ya no latía.
- Entiendo que quieras irte, que quieras ir a… verle. – prosiguió Belén. – Lo siento mucho.
- ¡No! No puede haber muerto, ¿no lo entiendes? Estaba enfadado conmigo, no puede morirse así, no puede irse así. ¡No quiero! – gritaba, mientras las lágrimas caían sobre mis mejillas - ¡No! No le dejaré irse sin que sepa que le quiero.
Mi profesora trataba de calmarme.
- Estoy segura de que él lo sabía. Tranquila…
- ¿Tranquila? ¿Que esté tranquila? Mi hermano ha muerto odiándome y pensando que yo estaba enfadada con él, ¿y me pides que esté tranquila? – mis manos temblaban y mis piernas empezaban a fallarme. Traté de tranquilizarme, suspiré, y añadí – Yo… Belén, tengo que… - las palabras apenas podían salir de mi boca – yo tengo… ¡tengo que avisar a todos!
Sin una palabra más, entré en clase. Subí a la tarima, quedándome al lado de la mesa del profesor y, dirigiéndome a la clase, suspiré. Mis ojos buscaron los de mi profesora, buscando, quizá, algo de apoyo. De nuevo, mirando a todos mis compañeros, las palabras empezaron a salir de mi boca.
- No sé muy bien cuántos conocéis a mi hermano, pero… ha muerto y… sólo quería que lo supierais.
Salí corriendo de clase llorando aún más, en busca de la clase en la que se encontraba Laury, su novia.
Me sequé las lágrimas antes de entrar, suspiré y llamé a la puerta.
- Perdón… ¿puedo entrar? Será solo un momento.
Todas las miradas de la clase se centraban en mí. Laury, Sanjo, Carlos y demás amigos, sonrieron al verme entrar y me saludaron con la mano. Desvié la mirada hacia la profesora, que me dejó entrar. Esta vez me quedé en la puerta.
Mis ojos se clavaron en los de Laury, mientras trataba de encontrar la manera más fácil de expresar mi situación, pero no la había.
- Mi hermano… Víctor… tuvo un accidente esta mañana. – Laury se levantó de golpe, asustada – ha muerto…
De nuevo salí corriendo. No quería ver caras tristes, ni quería escuchar el pésame de nadie. Sólo quería que mi hermano volviera.
Busqué la clase que acompañaba a mi hermano cada día, a sus compañeros, a sus amigos. Entré y, por última vez, las mismas palabras salieron de mi boca “mi hermano a muerto”…

Desperté, con respiración atacada y lágrimas en los ojos y en la almohada. Miré el reloj; las 7:30 de la mañana. Suspiré, aliviada. Sólo había sido una pesadilla.
No puedo perderte… no sin antes poder demostrarte que estaré a tu lado. No te odio, no estoy enfadada, sólo quiero lo mejor para ti… Perdóname…

lunes, 11 de mayo de 2009

Un día lluvioso

Lloraba.
Las gotas de lluvia caían sobre mi cuerpo, aún seco. Salía por la puerta de mi casa, sola, vacía, agotada…
¿A dónde vas? Decía una voz dentro de mí. “A dónde nadie pueda verme, ni oírme…” Respondí, contestándome a mí misma.
No tenía dirección fija. Solo quería alejarme lo mayor posible de mi vida, de mi gente, de todo aquello que me rodeaba día a día.
Caminaba mirando al suelo, sin pensar en nada, sin pensar en nadie, solo lloraba. A menudo me preguntaba el por qué de mis sollozos, más no encontraba respuesta.
¿Es porque te echo de menos?
¿Es porque nada salió como esperaba?
¿Es porque necesito más de lo que tengo?
¿Es porque nunca tengo lo que quiero a mi lado?

Nunca sabré el por qué de esos días horribles en los que lo único que me apetece, es llorar.
Cada uno de esos días, salía de mi casa y comenzaba a caminar sin pensar a dónde, mas siempre llegaba al mismo lugar.
De nuevo me encontraba allí. Rodeada de árboles, de hierba, de bancos, de caminos de tierra, y de aquel muro…
Miré al cielo. Llovía. Me acerqué al muro. Me senté sobre él. Un mar de sentimientos empezó a recorrer todo mi cuerpo y cerré los ojos. Sin darme cuenta, acabé tumbada sobre aquel muro, dejando todo mi cuerpo bajo el cielo nublado, mojándose como si no importase nada… Aún con los ojos cerrados, pensaba en toda mi vida. Todo aquello que formaba mi vida. Mi familia, mis amigos… Incluso las personas que ya no están, pero que aún siguen en mí.
Mis lágrimas acompañaban el curso de las gotas de lluvia que caían sobre mi rostro.
Evadí mis pensamientos durante unos minutos.
Suspiré y me dejé llevar por la suave brisa de aquel día lluvioso.
Por un momento me sentí libre. Durante unos minutos sentí que nada podría derrumbarme. Mas aquel sentimiento solo duró unos minutos…
Me incorporé. Sin más, te vi, a mi lado, apoyado en el muro. Sonreí. Me acerqué, pero tu cuerpo se desvaneció al rozarlo, junto a mi sonrisa.
Desde entonces, sólo recuerdo que caminaba sola, mojada, por los caminos de tierra que recorrían todo aquel lugar de arriba a abajo.

domingo, 10 de mayo de 2009

Le necesito a mi lado

¿Por qué no eres capaz de entender que lo necesito?

Crees que lo necesitas, pero no es así, no puedes estar tan segura.

Sí lo estoy. Me crees una niña pequeña, crees que no soy capaz de decidir lo que quiero y lo que no quiero, y te equivocas.

No me equivoco, sé lo que necesitas, y entre esas cosas no está él.

Sí lo está. No tienes ni idea de mi vida. No sabes lo que siento, ¡no sabes nada!

¿No entiendes que no puedes dejarlo todo por él?

Nunca te he pedido tanto… solo quiero estar a su lado, solo quiero aprovechar cada minuto con él, ¡pero tú no me dejas!

Te he dejado, y lo sabes. Pero no puedo darte siempre lo que me pides.

No lo entiendes, no me entiendes, nunca lo harás. Solo te digo una cosa. Jamás me prohibirás estar con él. Me da igual si crees que es malo, si crees que no me merece o si crees que me hará daño. Me da igual. Estaré con él quieras o no. Ojalá supieras lo que siento cuando estoy con él, ojalá te dieras cuenta de lo feliz que me siento cuando está a mi lado… Ojalá supieras la tristeza que recorre mi cuerpo cuando él no está cerca…

miércoles, 6 de mayo de 2009

Nunca estarás solo

A veces crees que conoces a alguien lo suficiente como para creer que en cualquier momento puedes ayudarle, sea lo que sea.
Haces cosas por él, tratas de ayudarle sin decírselo directamente a él, y no lo ve. No se da cuenta de cada gesto que haces por tratar de ayudarle. Y cuando te das cuenta de ello, optas por decírselo: “Te estoy ayudando, y no lo ves.”
¿Qué ocurre? Discusiones… ¿Por qué? ¿Por tratar de ayudarte? ¿Por querer estar a tu lado?
No lo entiendo…
No te entiendo…
Trato de hacerlo, pero no lo consigo. Dices que estás solo, pero no dejas que nadie esté contigo. Piensas que nadie te aprecia, pero no te das cuenta de que mucha gente desearía salir contigo si volvieras a ser mínimamente como antes…
La gente cambia. Con los años nuestra forma de ser se va moldeando.
Y nadie te pide que vuelvas a tu infancia, que seas como por aquel entonces. Las personas que te quieren siempre van a estar a tu lado, las veas, o no. Pero hay ciertas formas de actuar, que muchas personas prefieren no aguantar…
A lo largo de tu vida perderás a muchas personas. Amigos, parejas, familia… puedes luchar, o no luchar por ellas. Puedes decidir que estarás mejor sin ellas, o puedes echarlas de menos. Pero nunca estarás solo.
Ahora solo espero que algún día te des cuenta de que siempre estuve, y estaré ahí. Seas como seas, hagas lo que hagas, quieras o no quieras, siempre estaré a tu lado.
Habrá ciertas cosas que no me gusten, cosas que desearía que cambiases, cosas que me gustaría evitar que te ocurrieran… pero no puedo. Solo tú puedes decidir cómo quieres ser.
Y hasta que lo descubras, yo estaré esperando a que vuelvas a quererme, si es que algún día dejaste de hacerlo...

martes, 5 de mayo de 2009

La vida no es fácil

Todo el mundo dice que la adolescencia es la edad más difícil de toda tu vida. A mi modo de ver las cosas, no hay ninguna etapa concreta de la vida que sea más difícil o menos que otra. Cuando eres un crío, tus padres te protegen en todo momento, siempre están pendientes de ti y procuran que nada malo te ocurra. Pero cuando eres tan pequeño, todo es más difícil. No conoces nada de la vida, y no sabes soportar el más mínimo dolor. Todo duele, todo te hace llorar, todo te sobresalta.
Poco a poco vas creciendo, te van enseñando que la vida no es un camino de rosas, y que tendrás que soportar cierto tipo de cosas.
Cuando llegas a la adolescencia, descubres nuevas sensaciones, nuevos sentimientos… Tus amigos empiezan a tener problemas que creen, o son, más importantes de los que venían teniendo, y acaban por pensar más en sí mismos que en estar contigo. Empiezas a ver a tus padres como a dos personas mayores que sólo quieren vigilar todos tus movimientos y tratas de evitarlos a cada momento, lo que conlleva discusiones continuas. Y por último, llega tu primer amor, aquel que te hace sentir tantas emociones y tantos sentimientos indescifrables dentro de tu cuerpo, que a veces son incontrolables.
Es cierto que al juntarse tantos problemas… se hace todo más complicado de llevar. Parece que el mundo se te echa encima, y a veces ni si quiera sabes cómo eres capaz de soportar todo aquello.
Pero creces, te haces mayor, y más problemas llegan a tu vida. Formar tu vida, tu propia vida. Irte de casa, poder mantener a tu familia, si es que la tienes, y poder vivir de una manera llevadera no son las cosas más fáciles del mundo. Quizá sean de lo más difícil.
Siempre hay gente que se irá antes que tú. Tus abuelos, tus padres, incluso tus propios amigos. La pérdida de alguien siempre es algo demasiado doloroso. Es algo que nadie debería vivir.
Pienso que la vida es complicada. Hay quien sabe vivirla, hay quien consigue vivirla, y hay a quien se le hace demasiado complicada y decide no seguir.
Al fin y al cabo, la vida no es fácil. No depende de la edad, ni de la persona. Nadie elige vivir aquí, ni así. Este es nuestro regalo y cada uno lo vive como quiere.