Se encontraba tumbado, mirando el cielo, buscando respuestas a preguntas que jamás serían contestadas.
Pensaba en todo lo que estaría dispuesto a hacer por ella. Se preguntaba si ella también lo estaría; si estaría dispuesta a huir con él, a desaparecer para siempre, a vivir una vida sólo con él.
Todo estaba en silencio. Sólo se oía la brisa del viento sobre las hojas de los árboles. Pero ese silencio no tardó mucho en desaparecer. Una risa rompió el silencio.
Él giró la cabeza. Se trataba de ella. Ella y su novio.
Caminaban de la mano. Saludaron.
“Supongo que no sabe nada…” pensaba él, mientras sonreía falsamente y saludaba con la mano.
“No puedo meterme… ella es feliz”
“No puedo decirla nada…”
“Con él estará bien…”
“Seré su amigo…”
Todos esos pensamientos rondaban por su cabeza, día tras día.
Ella hablaba con él. Le contaba sus problemas. Le trataba como a su mejor amigo.
Él la escuchaba. La ayudaba en todo lo que podía. La trataba con todo el cariño que podía.
Siguió a su lado, desconsolado por no ser él quien la hiciera feliz. Pero soñaba con poder hacerlo algún día, y permaneció a su lado; incluso en momentos complicados y dolorosos para él. Siempre estuvo ahí.
Y ahora es él quien la hace feliz. Quien la hace sonreír cuando todo va mal. Quien la consuela. Quien la mima. Quien la abraza. Quien la besa. Quien estará con ella para siempre…
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