No sé qué es exactamente lo que pasa, pero no estamos del todo bien.
Vamos a ratos, a momentos, a días… Y todo es realmente extraño.
Creí que todo era culpa de la distancia, de no poder abrazarte cuando tienes un mal día. Creí que si venías a verme todo volvería a ser como al principio. Creí que todo volvería a la normalidad, y te lo dije.
Viniste. Has estado conmigo tres días y todo iba bien.
Hablamos a solas, disfrutamos estando juntos, comimos en mi casa, dormiste en mi cama, vimos películas con mi hermano y su novia, vimos fotos familiares con mi madre, vimos una película a solas, bailamos juntos… Y todo iba bien.
Todo aquel tiempo pasado en el que no habíamos estado del todo bien, ya había quedado atrás. Pero el último día juntos la cosa se complicó un poco.
Por la mañana yo no había estado del todo bien. Sabía que te ibas a ir por la tarde y que no volvería a verte en mucho tiempo. Pero al final conseguí olvidarlo, y todo siguió normal. Poco más tarde, fuimos a comer.
No esperaba encontrarme a nadie desagradable allí, pero fue lo que pasó. Tú no lo supiste entonces, ni lo sabes ahora. Pero aquel encuentro me hizo cabrearme, y me hizo estar mal durante un largo rato después. No conseguí animarme de nuevo hasta después de estar con Laura en el dentista. Pero cuando bajamos ya te noté raro y seguiste estándolo durante largo rato de la tarde. Estuvimos en casa de Laura hasta que por fin me hiciste caso y nos fuimos a dar una vuelta. Entonces todo se complicó aún más. Tú estabas muy cabreado y te alterabas por todo, asique decidí callarme para no complicar más las cosas. Ese paseo fue realmente extraño. Yo no quería hablar, y tú parecías preocupado por el hecho de que yo no hablase.
Cuando decidí volver a hablar, a los pocos minutos ya estabas alterado de nuevo por el hecho de hablar de mis amigos. Y entonces me cansé. Ya no quería hablar de nada.
Al final del día, antes de que te fueras, conseguí que todo volviera medianamente a la normalidad, a nuestra normalidad, y te fuiste.
Al llegar a tu casa, me llamaste, y todo fue bien.
Y hoy, dos días después de tu ida, todo vuelve a estar como estaba antes. Tú cabreado por tus problemas en casa y yo preocupada y callada sin saber qué hacer o qué decir. Y lo peor de todo es, que cuando hago o digo algo, me da la sensación de que lo estoy estropeando aún más porque siempre acabamos mal.
No sé qué está pasando, pero espero que termine pronto. Porque lo nuestro no puede acabar nunca…
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Aiss el amor, los hombres... cuanta felicidad y cuanto dolor y miedo al mismo tiempo.
ResponderEliminarNo me gusta dar consejos y menos cuando no los piden pero las cosas es mejor hablarlas y dejar todo claro. si quieres que las cosas se arreglen mejor que sea ahora y no ir guardando la rabia y el enfado por dentro, eso sólo crea rencor y malestar en la pareja.
suerte y ya verás como todo se arregla.
Gracias, me encanta que leas mi blog. Me encanta saber opiniones desde diferentes tipos de mentes :)
ResponderEliminarun placer leerte me gusta la manera en que expresas sentimientos. :)
ResponderEliminarA veces chocamos contra un muro de silencio y se crean esas situaciones de tensión como la que describes. Es difícil comprender a la otra persona si ésta no nos dice qué le pasa pero no siempre estamos dispuestos a hablar porque a veces ni siquiera podríamos explicar qué nos pasa...
ResponderEliminarEntonces es mejor no insistir, tratar de apoyar a la otra persona con cariño, tratar de comprender sin entender, tener paciencia hasta que sea mejor momento para hablar.