Hoy hace exactamente 26 días desde que te conocí.
Fue extraño saber que ni tú ni yo teníamos ganas de salir de fiesta ese día concreto.
Te conocí por la noche, en la puerta de una discoteca. Salí con la idea de irme a casa; pero allí estabas tú, y nos quedamos un rato más.
Cualquiera recordaría como un mal día ese momento en el que se me rompió la botella y mi bolso goteaba licor de melocotón. Sin embargo, yo lo recuerdo como mi excusa para hablar contigo. Incluso recuerdo con una sonrisa cómo secaste mi cigarro con tu mechero.
Desde ese día, no has salido de mi cabeza. Sólo pensaba en verte, en estar contigo y hablar de mil cosas para conocerte cada día un poquito más. Y así fue. Cuanto más hablábamos, más me gustabas.
Un día cualquiera, de nuevo en la puerta de otra discoteca, me pediste que fuera tu novia. Dudé, claro que dudé, pero por ti merece la pena arriesgar.
Han pasado 13 días desde ese momento en que decidiste que yo fuera tu novia. Desde entonces, te echo de menos cada minuto que no estoy contigo. Y, a pesar de que apenas hace dos semanas que estamos juntos, ya me muero por ti.
Me encanta cada detalle de tu forma de ser. Incluso lo que tú podrías considerar tus defectos, a mí me vuelven loca. Me gusta cómo eres. Siempre quise alguien como tú, alguien cariñoso, dulce, atento, divertido, atractivo, guapo, alguien que sabe escuchar, que me entiende, que me apoya...
Sinceramente, me siento muy afortunada de haberte conocido, y más aún de que quieras estar conmigo.
Nunca encontraré la forma de agradecerte que me hagas tan feliz, pero prometo hacerte feliz, y darte todo el cariño que te ha faltado hasta hoy.
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