Los años pasan, y la vida nos va enseñando con sus lecciones que vivir no es fácil.
La vida es un largo camino que debemos recorrer, y que cada uno recorre a su manera. Unos necesitan vivir una lección una sola vez para comprender lo que se debe hacer para que no les vuelva a ocurrir; otros, sin embargo, necesitan darse de hostias contra la misma pared hasta que el dolor deje de ser soportable.
Hay personas que llegan a nuestra vida para enseñarnos, por ejemplo, cómo sonreír con tan solo un gesto o una palabra. Otras, nos enseñan a comprender el dolor. Nos hacen daño de una manera o de otra, intencionado o no; y con ello, aprendemos.
El problema de todo esto, es que la gente nos cambia.
Uno nace, crece con la educación de su familia, aprende con el colegio... Pero a medida que pasan los años, y que va entrando y saliendo gente de nuestras vidas, nuestra personalidad va cambiando. Ese dolor que nos van provocando poco a poco, año tras año, va modificando nuestra forma de actuar con las próximas personas que vengan, desgraciadamente, sin merecerlo.
Y es que soy de esas personas que opinan que, aunque alguien del pasado te haya hecho daño, no tiene por qué hacerte lo mismo la próxima persona que entre en tu vida. Pero también soy de esas personas que tienen miedo a que les vuelva a pasar lo mismo. Digamos que en la vida existen tres posibilidades: Si no confías, puedes perder algo maravilloso. Si confías, pueden volver a hacerte daño. Pero si confías y sale bien, puedes ser la persona más afortunada del mundo.
Así que la cuestión es: ¿Vas a dejar que el pasado cambie tu futuro?
lunes, 30 de julio de 2018
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