Hay demasiadas situaciones en la vida que preferiríamos no vivir, y casualmente son las que más recordamos y las que más nos marcan.
Siempre se trata de experiencias dolorosas, experiencias que hacen daño a uno mismo y a los que te rodean. Y quizá sea las que más recordamos porque son las que más nos enseñan, o eso dicen.
"Se aprende más a hostias que a sonrisas."
Personalmente, estoy de acuerdo.
Pero las malas experiencias sólo te enseñan a madurar, a saber estar, a llegar a un estado mental de madurez que te permita actuar de manera que puedas vivir "en paz", tranquilo, sosegado... No te enseñan a ser feliz.
Nadie nos enseña a ser felices.
Socialmente se considera que para ser feliz se necesita un amor pleno, amistades sinceras, una familia tranquila y un trabajo que te guste.
La RAE define la felicidad como: "Estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien."
Pues bien, yo no estoy de acuerdo con ninguna de las dos. Bien es cierto que el entorno del día a día ayuda, que los bienes ayudan... Pero eso no es la felicidad. Para ser feliz, debes ser feliz contigo mismo, no debes depender de nada ni de nadie. Estar a gusto contigo, valorarte, quererte... es lo principal. Nadie niega que los demás factores ayudan a ese sentimiento que denominamos "felicidad", pero la sociedad debería entender que lo principal, lo básico, somos nosotros, todos y cada uno de nosotros, uno mismo.
Una vez que seas feliz contigo mismo, ya puedes mirar al entorno.
Lo siguiente que más nos llena, es el amor, las relaciones de pareja, encontrar a esa persona que sea capaz de comprender nuestros actos, que esté a nuestro lado incluso en nuestros peores días. Esa persona que nos haga sonreír cada día, que nos demuestre con sus actos lo mucho que nos quiere, lo mucho que desea estar a nuestro lado. Esa persona que nos complementa, que sabe escuchar nuestros problemas y darnos los mejores consejos sin llegar a criticar nuestros movimientos. Esa persona que nos da la mano por la calle, que nos ayuda a levantarnos cuando nos caemos, y que con una sonrisa hace que nuestro mundo sea un poquito mejor.
Detrás de ésto, vienen las amistades. Todos buscamos unas relaciones de amistad sinceras. Esos amigos que están ahí para decirte lo que haces mal, y lo que haces bien. Esos amigos que si hace falta te dan el collejón de tu vida para ver si se te colocan las neuronas, pero que siempre lo hacen por tu bien. Esos amigos que estén ahí para ir de fiesta en tus mejores días, y para quedarse contigo en casa viendo una película con una mantita en tus días más tristes.
En cuanto a la familia, la sociedad necesita por naturaleza un estado de tranquilidad en su propio hogar. Saber que cuando llegues a casa, todo estará tranquilo, sin discusiones y sin gritos entre esas cuatro paredes. Porque nuestra casa es nuestro lugar de evasión al exterior, es donde pasamos más horas al día, y es donde más necesitamos tranquilidad. De lo contrario, nos afecta a nuestro estado de ánimo más de lo que nos gustaría.
Finalmente, para una vida "plena" necesitamos un trabajo que nos guste, que nos satisfaga, pues es lo que acabará siendo nuestro día a día, año tras año.
Y esto es, a mi modo de ver, la felicidad.
martes, 4 de diciembre de 2012
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