Hay veces en nuestra vida que creemos que lo tenemos todo, y luego nos damos cuenta de que tenemos mucho menos de lo que creíamos; y muchas otras tantas veces que tenemos mucho más de lo que realmente vemos a nuestro alrededor...
Y es que la vida es así. Y nosotros, somos así.
No sabemos ver lo que tenemos, y mucho menos valorarlo. No sabemos ser felices cuando nos toca serlo; y cuando tocan momentos malos, a veces incluso decimos la típica frase de "paso de todo" y fingimos ser felices.
Pero todo queda ahí, en fingir.
En mi caso, hasta hace un par de días me dí cuenta de lo que tengo a mi lado, algo que antes no me había dado cuenta de cuán importante era en mi vida, y cuánto bien me hacía. Y es que a veces hace falta una buena charla para darte cuenta de cuánto hacen realmente por ti.
Sin embargo, también me di cuenta de algo que no sé hasta qué punto me hace bien o mal. De hecho, creo que me hace más mal que bien, y aún así, no soy capaz de desprenderme de ello. ¿Por qué?
Algunos dirán que es porque soy demasiado buena. Otros dirán que es porque soy demasiado tonta. Y otros dirán que es porque en realidad esa persona me sigue importando, aunque no debería ser así.
Personalmente, no sé lo que quiero frente a ese problema.
Pero me he dado cuenta de que, en realidad, cada intento que hago por no alejarme de él, me hace más daño por una cosa o por otra; y aún así... vuelvo.
Supongo que llegará el día en el que conseguiré desprenderme de ello por completo. Pero creo que por el momento, no estoy preparada. O por lo menos, creo que no lo he asumido.
Y muchas personas viven las mismas situaciones que vivo yo, y esto es lo que me hace llegar a la conclusión de que no sabemos ser felices, no sabemos desprendernos de lo que nos hace daño en el momento en el que deberíamos hacerlo.
miércoles, 24 de octubre de 2012
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